Un tren de pasajeros superlargo compuesto por 100 vagones y con 4,550 asientos serpentea a través de las curvas cerradas de los Alpes Suizos como una "serpiente", completando un viaje de 24 kilómetros con una caída vertical de 790 metros. La ruta pasa por 22 túneles (incluidos algunos complejos que atraviesan el cuerpo de las montañas) y 48 puentes, destacando el icónico viaducto curvo Landwasser en contraste con el paisaje declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO (designado en 2008). Este espectáculo encarna perfectamente la fusión innovadora entre la ingeniería ferroviaria y la topografía natural.
Construido por los Ferrocarriles Retos (RhB), el núcleo de la potencia del tren proviene del diseño eficiente de los convertidores de tracción Bordline de ABB. A través de un sistema de gestión de energía adaptado precisamente al terreno montañoso, estos componentes ahorran a RhB 900 megavatios-hora de electricidad anualmente, incrustando principios ambientales profundamente en el avance técnico de su formación super-larga. Enfrentando los desafíos de cambios drásticos de altitud y navegando un cuerpo de tren de 4,5 kilómetros a través de túneles curvos, la locomotora se erige como un modelo de "arquitectura dinámica" en la ingeniería ferroviaria, confiando en una flexibilidad bogie optimizada y sistemas de control avanzados.
Esta innovación tiene sus raíces en la dedicación de Suiza a los transportes ferroviarios durante más de un siglo. Para conmemorar el 175º aniversario del primer sistema ferroviario del país, la industria ferroviaria suiza se inspiró en la belleza agreste del terreno alpino, centrándose en "logros de ingeniería" para lograr una coordinación fluida de cien vagones mediante avances tecnológicos. Este modelo de "innovación impulsada por el paisaje" no solo ha situado a Suiza entre las naciones con mayor densidad ferroviaria a nivel mundial, sino que también ha fomentado una cultura de transporte única donde "los trenes se convierten en parte del paisaje".
Mientras el tren desliza suavemente junto a las aguas derretidas de los glaciares y los bosques de coníferas, su trayectoria serpenteante y las líneas geométricas del Viaducto Landwasser forman un diálogo armónico: tanto un homenaje a las maravillas naturales como un símbolo de la ingeniosidad humana conquistando las montañas.